Los falsos en el arte
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La presencia de los grandes autores y de las creaciones más célebres en el arte figurativo hacen converger la idea del arte, del artista y del mercado del arte en un único horizonte de comprensión. El arte pictórico, además de ser aquello, es en cuanto experiencia estética, valor comercial. Los más importantes artistas, además de ser objeto de una gran popularidad y de estar respaldados económicamente por las más prestantes figuras de poder, desde los Medici en el Renacimiento hasta los Wittgenstein en el Austria de principios del siglo XX, pasando por todas las casas reales gestoras y promotoras de arte, fueron también objeto de la imitación por parte de falsificadores, hábiles en imitar el trabajo de los grandes y de integrar los falsos a las actividades comerciales relacionadas con el arte. Tales dinámicas de mercado, tan antiguas como la idea del autor en el arte, se integraron con el tiempo, no sólo a la falsificación, sino también al tráfico de arte, es decir, al robo de obras (originales), con el fin de venderlas a privados. Examinando con detalle, en la Edad Contemporánea, este tipo de mercado y de tráfico, ocupa el tercer lugar en importancia a nivel mundial, después del tráfico de drogas y de armas. ¿Qué es entonces lo que se está jugando con el mercado y con el tráfico del arte? La respuesta descansa sobre dos pilares: el valor socioeconómico del arte y el goce estético que se encuentra entre lo verdadero, lo falso y lo fingido que hay en cada gran obra.
¿Qué vivirás en esta conferencia?
En esta conferencia viviremos la experiencia social del arte en toda su complejidad. Nuestra fascinación por las obras más importantes de la Historia, desde el Renacimiento hasta nuestros días, se completa cuando examinamos la relación entre lo verdadero y lo falso en el arte. Verdadero y falso no son conceptos antagónicos, sino más bien dos caras de una misma serie de prácticas, en donde resulta inevitable dar a los objetos artísticos una serie de valores que van más allá del goce estético. Desde valores religiosos, morales y políticos, hasta valores en términos de mercado: el precio del arte, diríamos. Supongamos una obra como El triunfo de la muerte de P. Bruegel, el viejo entra en una subasta, su precio de partida es de un millón de euros. Un multimillonario asiático llega a la cifra de 20 millones, la subasta se cierra y, el día en el que se la van a consignar, descubre que se trata de un falso. Sin embargo, el nivel de imitación es tal que, incluso, en algunos detalles, resulta ser mejor que la obra original. ¿Cómo se debería sentir el comprador?, y si en cambio descubriera que es un original, pero robado a un importante museo, ¿cómo debería actuar? Yendo más lejos: ¿es necesario que el arte tenga un precio?, ¿es justo?, ¿Qué pasa con la idea del arte si los falsificadores son tan o más talentosos que los mismos artistas? Todos estos interrogantes harán parte de nuestro recorrido.
Panelista
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