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Falasha: los judíos etíopes

falasha historia judíos etíopes Nov 07, 2020

Por Julián Santamaría 

En 1973, el Gran Rabino Sefardí Ovadia Yossef declaró a los falasha como descendientes de la tribu de Dan, una de las 12 tribus de Israel. Abriendo las puertas para que, bajo las leyes de Retorno de 1950, se les ofreciera la ciudadanía israelí como al resto del mundo judío. Pero los problemas no acabaron para los falasha y hoy en día siguen en la lucha para que su identidad sea reconocida.

Falasha, que en amhárico, lengua oficial de Etiopía, quiere decir ‘Exilio’, es el término que se le ha dado a la comunidad judía etíope. Según su propia tradición, son descendientes de los judíos que acompañaron al emperador Menelik I, hijo del rey Salomón y de la Reina de Saba.

Según algunos investigadores, lo más probable es que los falasha, también conocidos como ‘Beta Israel’, provengan de las tribus Agau al sur de Arabia, que antes de la aparición del cristianismo se convirtieron al judaísmo. Sin embargo, independientemente de la veracidad de sus afirmaciones, son una de las comunidades más interesantes que han surgido de la tradición judía. Su relativo hermetismo los ha hecho desarrollarse independientemente del resto del mundo judío. Es por eso que sus libros sagrados no estan escritos en hebreo, sino en geʿez, una antigua lengua etíope.

Además, no siguen el Talmud y otras prácticas rabínicas que figuran en el Shuljan Arouj, especie de código rabínico elaborado a lo largo de los siglos. Aun así, se apegan fuertemente a otras prácticas del judaísmo como el Sabbath, la circuncisión y la celebración de diversas ceremonias alrededor del año.

La comunidad de judíos en Etiopía ha vivido cerca del lago Tana durante cientos de años y a pesar de vivir en relativa autonomía, desde que el imperio etíope fue convertido a la cristiandad en el siglo IV, ha sido constantemente discriminada. A pesar de estar separados de las otras diásporas judías, también ha sufrido el antisemitismo. El momento más díficil para esta comunidad llegó con el ascenso del emperador Susenyos I en 1606. En ese entonces, muchos fueron esclavizados y aquellos que no lo fueron, tuvieron prohibido poseer tierras. La discriminación se mantuvo hasta la mitad del siglo XX; cuando era relativamente común que campesinos cristianos golpearan, e inclusive asesinaran, a miembros de “Beta Israel”.

Fue hasta entonces que los falasha volvieron a tener un contacto directo con el resto del mundo judío. Tras la creación de Israel en 1948, este grupo buscó ayuda de la comunidad judía internacional. No era fácil que los israelís ayudaran a los falasha, pues el emperador Haile Sealassie, uno de los pocos aliados africanos de Israel, consideraba que mantener a los falasha en Etiopía ayudaba a legitimar su poder como descendiente de Salomón.

La inestabilidad política y la hambruna que amenazaban a Etiopía, siguieron preocupando al gobierno israelí que quería proteger a esta comunidad. Pero solo con los cambios que llegaron por medio del derrocamiento del emperador y la toma de poder por parte de los Derg, fue posible empezar a acogerlos en Israel. Tal vez el momento más reconocido de esta migración fue en 1991, durante una operación militar encubierta conocida como ‘Operación Salomón’, en la que cerca de 14.500 etíopes judíos fueron llevados por aire hasta Israel. De esta manera, entre 1980 y 1992, cerca de 45.000 falasha emigraron a la ‘Tierra Prometida’.

A pesar de llegar a Israel, la asimilación de los falasha en Israel esta lejos de ser ideal. Su inmigración no ha terminado la disputa sobre su posibilidad de ser considerados como parte ‘legitima’ del mundo judío. El rabinado ortodoxo de Israel exige que se apeguen a ciertas prácticas para hacer parte de la vida civil.

El mantenimiento de grandes diferencias culturales y religiosas con las otras ramas del judaísmo, siguen limitando la libre expresión de su identidad. Además, desde su llegada, han sido parte de las capas más desfavorecidas de la sociedad israelí sin una verdadera integración. Aun en la ‘Tierra prometida’, los falasha siguen viviendo en la marginalidad.